22 agosto 2015

LAS SUBMARINAS JAURÍAS DE LOBOS DEL III REICH. Por Mijail Vernadsky.

El 1 de septiembre de 1939 se emprendieron las hostilidades de la II Guerra Mundial, pero Alemania no disponía entonces de una fuerza submarina considerable al atenerse aún al acuerdo con Gran Bretaña que limitaba sus dotaciones al 35% de las británicas.
    De sus 57 submarinos, 52 eran de pequeño desplazamiento. Sólo 39 unidades estaban en condiciones de enfrentarse a la navegación de los aliados.
            
    Pese a todo, la flota submarina alemana logró buenos resultados en el primer año del conflicto. Envió a pique un portaviones británico, un acorazado, cinco cruceros, tres destructores, dos submarinos y cuatrocientos treinta y ocho barcos mercantes, lo que sumó un total de 2´3 millones de toneladas de porte bruto. Las pérdidas alemanas fueron de veintiocho submarinos. La conquista de Francia les permitió adentrarse en las aguas del golfo de Vizcaya y amenazar los grandes convoyes británicos del Atlántico.
    Paralelamente el almirante Karl Doenitz, comandante en jefe de la fuerza de submarinos desde 1935, impulsó la construcción de una gran armada submarina, en la que brilló con luz propia el Tipo VII de 770 toneladas de desplazamiento y alcance de crucero de 9.000 millas náuticas. Se estima que a lo largo de la guerra se construyeron 694 submarinos alemanes, que fueron incorporando los sucesivos perfeccionamientos técnicos, y otros 200 sumergibles para minar áreas y abastecer a otras unidades.
    En mayo de 1941 el Reino Unido se encontraba acosado por las jaurías de lobos, capaces de hundir 3´4 millones de toneladas. Las comunicaciones imperiales y el aprovisionamiento de Gran Bretaña corrían un serio peligro, y las contramedidas como el uso del radar, la vigilancia aérea, los modelos de destructores y los buques de escolta de los convoyes se mostraron ineficaces.
    Los estrategas del III Reich supusieron que el hundimiento de 4 millones de toneladas anuales rendirían a los británicos. Si embargo, la entrada en liza de Estados Unidos modificó los datos de la cuestión.
                
    Los alemanes desataron una intensa lucha submarina contra los recién llegados, hundiendo en 1942 unos 7 millones de toneladas. Los submarinos del III Reich fueron del mar Negro al Pacífico, haciendo sentir su presencia en el Atlántico de Norte a Sur.
    Los especialistas en Historia Naval han señalado el mes de marzo de 1943 como el punto de inflexión de la guerra submarina, de la gran batalla del Atlántico. Los aliados desarrollaron y fabricaron en gran escala veloces buques de escolta y pequeños portaviones. Produjeron grandes cantidades de aparatos de aviación y perfeccionaron el radar.
    Los submarinos alemanes comenzaron a mostrarse obsoletos, pues no pasaba el tiempo suficiente bajo el agua. Los sistemas de recargado de aire entraron con dificultades en la segunda mitad de 1944 y los nuevos modelos de sumergibles no se acertaron a producir en la medida necesaria. Las bajas diezmaron a los capitanes más diestros y veteranos. Al final la guerra submarina reflejó el sino del III Reich.  
                



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