28 mayo 2016

El vitoriano que cazaba submarinos nazis con Hemingway en Cuba

Si cito a Paco Garay probablemente nadie sabrá quién es salvo su familia, pero si nombro a Ernest Hemingway -Ernesto para los vitorianos pues así firmó un autógrafo en el bar Garmendia en 1960- todo el mundo sabe algo del premio Nobel que puso en el mapa mundial los sanfermines y Pamplona.
Existe una historia absolutamente desconocida y por lo tanto perdida que hay que rescatar. Se trata de la participación de este hombre, nacido en Vitoria, en la loca aventura que dirigió Hemingway durante la Segunda Guerra Mundial de ir a la caza de submarinos alemanes que supuestamente navegaban por las aguas del Golfo de Florida entre Cuba y Estados Unidos.
Según el periodista y escritor de Mundaka Edorta Jiménez, Paco Garaynació en Vitoria. El decía que en Marieta y siendo muy joven fue llevado a América durante la Primera Guerra Mundial. Fue, entre otras cosas, jefe de aduanas en el aeropuerto de La Habana. 
Su viuda, Jeannette Hohberger, que fue profesora de inglés y directora del Instituto de Idiomas en Vitoria contó que lo conoció en Miami. Había llegado a Estados Unidos huyendo del régimen del dictador Machado tras un fallido intento de derrocamiento del tirano. «Ernest Hemingway incluyó alguno de los episodios de ese golpe en su novela ‘Tener y no tener’. Las historias de Paco Garay al que conoce gracias a la hija de una panadera que regala pan a los exiliados, le fascinan», escribió el periodista Oscar Beltrán de Otálora tras una entrevista con su viuda, publicada en la revista ‘Musar’ en 2002.
Balas por todos lados
«Cuando el golpe fracasó, Paco consiguió huir gracias a un vasco que aceptó sacarle de la isla en su barco. Se llamaba Nazario Lacasa. Lo había pasado muy mal», contaba su viuda. Él y su amigo Delfín Laurent habían estado a punto de morir cuando subidos en el techo de un vagón de tren un avión les ametralló mientras ellos solo podían defenderse con una metralleta. Las balas les pasaban por todos los lados. Cuando se produce la desbandada de los rebeldes hacia la costa Paco Garay, herido en un brazo, viaja en un tren hacia el Norte. Ve entrar a la Policía en su mismo compartimento y un golpe de suerte le salva la vida. Una enfermera acompaña a un joven perturbado mental en el vagón, que sufre un ataque. Garay se hace pasar por ayudante de la enfermera, entre los dos consiguen controlar al joven y descienden en la primera estación sin que las fuerzas de seguridad lleguen a sospechar que se les había escapado un rebelde. El barco hacia Miami sería su salvación definitiva.
Paco Garay
Paco Garay
Cuando Machado cae en 1933, Paco Garay pide permiso al padre de Jeannette para que ella le acompañe a La Habana. Allí se casaron. A finales de 1935 la pareja vuelve a huir a la desesperada de La Habana. «Atrapados en un laberinto de traiciones y complicidades fugaces, Batista, entonces jefe del Ejército, se entera de que el matrimonio Garay ha ayudado en su fuga a un disidente, Enrique Cartaya. Es el mismo Batista que ascendió fulgurantemente de sargento telegrafista a coronel por su participación en el golpe con el que finalmente fue derrocado el dictador Machado, el mismo tirano contra el que había luchado Paco.
«Sabíamos que la policía secreta nos buscaba y mi marido consiguió un pasaje en un barco que iba a España, después de hablar con el capitán , que se comprometió a ayudarnos. Tuvimos que ir de noche al puerto de La Habana y entrar en la bodega del barco cuando nadie nos veía. Estaba embarazada de seis meses y medio...La travesía fue horrorosa», prosigue Jeannette.
Llegada a Vitoria
Los Garay llegaron a Vitoria y Paco se reencontró con su familia y visitó Marieta. Pero la sublevación militar de 1936 les sorprendió en la capital alavesa y decidieron volver a Cuba y resolver sus problemas. Nada más llegar al puerto de La Habana, Paco fue detenido y torturado. Pudo oír sus gritos la propia Jeannette al ir a comisaría. Ella trató de buscar el amparo de la embajada norteamericana y aunque inicialmente tuvo la negativa por respuesta finalmente un amigo que trabajaba en la embajada, Enrique Cartaya, al que habían ayudado a huir en otro tiempo, logró que liberasen a Paco.
La pareja se fue a vivir a una finca próxima a La Habana. Sus vacas producían 3.000 litros de leche al día y había 350 árboles de mango plantados. Sun nombre era 'Mi retiro'. Paco la llamaba 'Txiki'. Gracias a su trabajo como agente de aduanas, el alavés había hecho amistad con un escritor norteamericano que había decidido vivir en Cuba. Era Ernest Hemingway y Paco le había resuelto algunos problemas aduaneros. 
Paco, Jeannete y Ernest fraguaron una profunda amistad. A ella se unían los amigos de Paco, la colonia de vascos emigrada a La Habana, compuesta especialmente por jugadores de cesta a punta del Jai Alai o marineros. El escritor residía en Finca Vigía, centro de peregrinación para los incontables amigos del premio Nobel. Jeannette describió el estilo de vida del autor de 'Fiesta'. «Bebía a partir de las comidas y ya no paraba hasta la noche. Al despertarse tomaba champagne y a lo largo de la mañana, dry martinis, pero estuviera como estuviera se ponía a escribir».
En 1970 se publica un libro póstumo de Hemingway, 'Islas en el Golfo'. Es una obra inacabada en la que el Nobel relata la decadencia de un pintor en La Habana, arrastrado al abismo por la muerte de un hijo en la segunda Guerra Mundial y por sus conflictivas relaciones con las mujeres, especialmente con la madre del vástago fallecido de la que está separado. El artista intenta ahogar el sentimiento de culpa que le aplasta refugiándose en una secreta misión de guerra. En un pequeño barco de pesca armado a escondidas por el Gobierno norteamericano rastrea los cayos del norte de Cuba en busca de un submarino alemán, con cuya tripulación se enfrentará y al ser herido de muerte hallará la redención. El libro acaba con una frase lapidaria. «Jamás comprendes a los que te quieren».
Realidad y ficción
«En esta obra, como en casi todas las del escritor la ficción y la realidad se mezclan», escribe Oscar Beltrán de Otálora, «contaminadas en todo momento por las leyendas que el escritor forja a su alrededor. En 'Islas a la deriva', un nombre distinto de la misma novela hay una parte de autobiografía real pero también de la autobiografía que Hemingway quería que apareciera como real. ¿Qué es real? En 1941, como Jeannette recuerda y sus biógrafos no dudan en consignar, el escritor se arrepentía continuamente de la separación de Hadley, su primera mujer y para añadir más angustia a su vida, había iniciado la separación de su tercera esposa, Martha Gelhorn, para casarse con Mary Walsh. Su hijo Bumby había caído prisionero de los alemanes en Europa. Y junto a unos cuantos amigos antifascistas creó una red de espionaje en Cuba que denominó Crook Factory. Su yate, El Pilar, recibió un cargamento de armas y comenzó a patrullar el norte de la isla en busca de submarinos alemanes.
En la citada novela dos de los personajes que acompañan al protagonista son vascos. Uno de ellos, con un fuerte protagonismo en la batalla final con los alemanes, es descrito como un «vasco de espaldas anchas y espesas cejas que se le juntaban sobre la nariz», llamado Ara. Junto con el segundo vasco que permanece en un segundo plano intercambia algunas bromas y, en cierta forma, incluso se ríen de la misión que están llevando a cabo.
Jeannette recordaba en el encuentro con Oscar Beltrán de Otálora como su marido era uno de los habituales en El Pilar en aquellas fechas. «El y su amigo Duñabeitia, al que llamaban 'Simbad el marino', salían por la mañana a pescar y Hemingway les decía que iban a buscar un submarino. Cuando volvían por la noche, yo les preguntaba. ¿Qué habéis hecho? Y Paco siempre me respondió: beber. Tenían las bodegas llenas de granadas y rifles pero solo se dedicaban a beber. Nunca vieron un submarino ni de lejos», contaba Hohberger, en el relato de la entrevista de Beltrán de Otálora.
No solo la expedición antisubmarina fue un fiasco. La agencia de espías de Hemingway apenas tenía fiabilidad y el propio FBI la consideraba más un pasatiempo de aficionados que una actividad seria. Para algunos biógrafos críticos, todo era un montaje del escritor para burlar el racionamiento de gasolina y poder disponer así de combustible para salir a pescar. «Bueno, lo cierto es que en aquella época teníamos el refrigerador lleno de pescado. Nunca nos faltaban diez o más kilos de 'marlin' o de algún otro pez que Hemingway nos regalaba», contaba la viuda de Garay.
El Garmendia
Hemingway se suicidó en 1961. Un año antes aún estuvo por España. Ese mismo verano viajó por España y recaló en Vitoria. El 22 de setiembre de 1960 cenó en el restaurante Garmendia con un gran amigo Félix Areitio, el gran pelotari, y uno de los dueños de la empresa de cremalleras, al que con anterioridad había ido a ver a su fábrica. Es posible que durmiera en su casa de la calle Paz. En 1963 Paco Garay y Jeannette Hohberger regresaron a Vitoria. «Mi marido sabía que iba a morir y quería hacerlo en Vitoria, así que dejamos Cuba. Algunos médicos le dijeron que estaba tan enfermo que no aguantaría el viaje. Pero llegó perfectamente». La mejoría fue pasajera. Un año después falleció. Su tumba está en el panteón de los Landa-Alti, grandes amigos, en el cementerio de Santa Isabel, punto obligado de la ruta Hemingway por Vitoria. El hombre que cazaba submarinos nazis en Cuba con en Nobel de Literatura descansa en el camposanto vitoriano.

elcorreo.com

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