02 julio 2016

El Nemo ucraniano de la Antártida

El 21 de marzo de 1868, el capitán Nemo hace un alto con el Nautilusen el Polo Sur y planta su bandera, el misterioso pabellón negro con la "N" dorada. Ahora otro marino, que también ha navegado en submarinos, reivindica la Antártida para un reino no menos imaginario: el del arte. Bonita imagen la de continente blanco como un lienzo que aguarda a ser pintado, aunque habrá que ver qué piensan las focas y los pingüinos.

Ponomarev en su submarino.

El ucraniano Alexander Ponomarev, noble cabeza coronada por una mata de pelo blanco, bigote y barba dignos de Marko Ramius (el capitán del Octubre Rojo) y del propio Nemo, me ha citado en el bar del jardín del Museo Marítimo de Barcelona, ciudad en la que está promocionando su idea de una bienal artística internacional en la Antártida. Ponomarev habla en ruso, apasionadamente. Le traduce la presidenta de la fundación Quo Artis —que apoya desde España el proyecto—, Tatiana Kourochkina, una mujer que, ya que estamos, podría pasar por la bella Nadia Fédor de Miguel Strogoff y a la que mientras conversamos el cabello se le va cubriendo de las pequeñas flores amarillas que caen de una acacia. Alexander Ponomarev (Dnepropetrovsk, 1957) es de mi misma edad, aunque a él le ha dado tiempo de hacer carrera en la armada soviética, romper filas y labrarse un nombre internacional como artista (a destacar la reproducción del Costa Concordia que colocó en una duna en el Sahara y su sonada llegada a la Bienal de Venecia de 2009 a bordo del submarino de fabricación propia SubTiziano, remontando el Gran Canal). Ponomarev recaba apoyos para sacar adelante su bienal, que se desarrollaría del 27 de marzo al 6 de abril de 2017.


Ponomarev, en la Antártida.


La idea es llevar a la Antártida, desde Ushuaia, en un barco acondicionado para la navegación polar (del que ya dispone, el Akademik Ioffe), a un centenar de artistas, arquitectos, pensadores y "visionarios" (la lista se está confeccionando). Durante la navegación se debatirá a bordo y se crearán obras que serán desembarcadas e instaladas provisionalmente en puntos del continente y las islas vecinas. Ponomarev, todo un Shackleton del arte, reivindica el derecho de la Antártida a contar con su propia bienal. Una bienal que tendrá su punto central en el barco y será "lo móvil en lo móvil". Me quedo un rato pensando en la frase -y contando las flores en el pelo de Tatiana- hasta que caigo en la cuenta de que es la famosa "mobilis in mobile", la divisa del Nautilus. Ponomarev sonríe aprobador. "A veces me llaman el Nemo del arte".
Aprovecho para preguntarle por los sumergibles. Navegó como oficial en un submarino clase Tango, en los peligrosos juegos de guerra con los EE UU. Dejó aquello por la marina mercante, que le permitía ver más mundo, y pasó siete años llevando plátanos a América del Sur. Desde hace diez participa en expediciones oceanográficas en paralelo a su labor de artista y ha visitado varias veces la Antártida. Es difícil decir si la bienal blanca es una locura o si llegará ser más que un sueño, pero si toda aventura polar necesita el liderazgo de un buen personaje, esta sin duda lo tiene.
Jacinto Antón para ELPAÏS.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario